Cuando Dominga Grillo y Vicente Bonavena llegaron a la Argentina provenientes
de Italia, no imaginaron qué futuro le depararía a sus nueve hijos. Y mucho
menos que uno de ellos se convertiría en uno de los boxeadores más grandes de
la historia del boxeo argentino. Oscar Natalio “Ringo” Bonavena nació en
el barrio de Boedo un 25 de Septiembre de 1942. Se crió en una familia de clase
media-baja, inmigrante y muy trabajadora. Su madre fue ama de casa, pero además
lavandera. Y su padre fue “motorman” de tranvía. Ringo, “Titi” para los
familiares, fue el sexto hijo de esa familia numerosa. Vicente, uno de sus
hermanos lo recuerda como “un muchacho quilombero y extrovertido”. Ya desde
chico, a Ringo le gustaron los deportes pero debido a que tuvo pie plano no
pudo jugar el deporte más popular: el fútbol. “Y en ese momento era fútbol o
boxeo, no había mucha alternativa” sostiene su hermano. Y esa predisposición
física que tuvo trae a colación una anécdota de chico, que cuenta Natalio
Bonavena, su hijo: “En las peores épocas de la familia, Ringo tuvo una fiesta
de disfraces, y lo disfrazaron de boxeador porque no había plata. Un
pantaloncito, unos guantes, le pintaron un ojo con corcho quemado y listo, todo
un boxeador”.
Su vida boxística comenzó en el gimnasio del Club Atlético Huracán. En
ese momento, era gestionado por los hermanos Juan y Bautista Rago, quienes
entrenaron a los chicos que se sumaron. Dos meses antes de su llegada al
gimnasio, llegó Oscar Trotta quien fue su fiel compañero, y es actual
entrenador del gimnasio de Huracán, que lleva el nombre de “Oscar Natalio
“Ringo” Bonavena”. Oscar tuvo la suerte de compartir el día a día con él. y ganar
un sudamericano en el ´66. “Recuerdo que era guapo arriba del ring. Te cuento
algo, no sabes lo que tuve que aceptar cuando fuimos al Sudamericano donde él y
yo salimos campeones. Nuestros compañeros no querían hacer guantes con él, y lo
tenía que hacer yo que pesaba apenas 66kg”. Ringo era así. Guapo y divertido,
tanto arriba como abajo del ring. Luego en el Panamericano de Brasil, por una
mordida a Lee Carl perdió los juegos y fue suspendido por la Federación de Boxeo.
Suerte o desgracia. Por ese motivo se fue a Estados Unidos donde perfeccionó su
técnica y se terminó de consolidar como boxeador de primera línea.
Entre contactos y triunfos, Bonavena fue catapultado a pelear entre los
mejores. Así fue que peleó en dos ocasiones con Joe Frazier. Una en septiembre
de 1965, dónde en una indescifrable pelea, el norteamericano lo gana sobre el
final por puntos. Y la segunda, dos años más tarde, donde Ringo sufrió una
categórica derrota, porque Frazier en términos boxísticos “Lo aplastó”. Trotta
recuerda que Ringo le dijo: “Me pegó hasta debajo de la lengua”. Su palmarés
indica que tuvo 58 peleas ganadas, 9 pérdidas y 1 empate. Pero a él le
preocupaba otra cosa. “¿Fui guapo, no?, ¿Fui guapo, no?” recuerda que
preguntaba a su hermano Vicente siempre que salía de una pelea. A Bonavena no
le importaba tanto el triunfo o la derrota, a él le importaba demostrar que era
guapo, y que iba al frente en todos lados. Y esa guapeza tan característica,
que generaba elogios y críticas en el público argentino en general, lo llevo a
pelear el 7 de Diciembre de 1970 ante el estadounidense Cassius Marcellus Clay,
luego re bautizado por su raíz musulmana como Muhammad Ali. Si bien la pelea no
fue por ningún titulo mundial, fue un hito histórico para la prensa mundial y
para Bonavena en especial. Es que Clay fue el mejor boxeador de todos los
tiempos, y le costó encontrar rivales de su talla. Y lo encontró en Bonavena.
Fanfarrones, guapos y excelentes boxeadores eran características que se
repetían en los dos boxeadores. “Bonavena lo puso nervioso desde el momento del
pesaje, le gritaba gallina y para un boxeador es lo peor que le pueden decir”,
Oscar Trotta cuenta sobre la pelea, y agrega que “Cuando Oscar cae, legalmente
el otro se tendría que retirar a su lado. Pero Alí se quedó a su lado, y cuando
Ringo se empezó a reincorporar, Alí le volvió a pegar y eso es
anti-reglamentario”. Bonavena dio la sorpresa tumbándolo una vez, y aguantando
hasta el decimoquinto round, donde cae tres veces y se declara el Knock Out
técnico. “Esa derrota le sirvió porque el público creyó más en él y cuando
volvió a pelear llenó el Luna Park” sostiene Trotta.
A diferencia de otros boxeadores, Ringo trascendió las cuerdas del ring
y se destacó por su faceta artística. Como todo lo que él hizo, recibió críticas
y elogios por hacerlo, pero eso no le importaba demasiado. Su hermano Vicente,
recuerda que siempre decía: “Yo no se cantar, pero me gusta cantar y lo voy a
hacer, ¿Cual hay?”. Se dedicó al canto al grabar el tema “Pio pio pa” con el
grupo uruguayo Los Shakers. En la televisión participó en publicidades,
compartió un programa con “Pepe” Biondi y hasta tuvo programa propio: Los
ravioles de Doña Dominga, donde su mamá se hizo conocida. Además tuvo una
pequeña participación en la película “Los chantas” y compartió cartel en la
calle Corrientes con Zulma Faiad en teatro de revista. Por esta faceta, una vez
su hermano Vicente lo intervino:
- Oscar para un poco con esto de la canción del “Pio pio”, hasta cuando
estoy solo me da vergüenza y me escondo debajo de la cama.
- ¿Vos cuanto ganaste en 2 años en Colombia cuando te fuiste a competir?
Bueno, yo en un fin de semana junte toda la plata que vos en dos años.
Ringo siempre fue así. Le gustó la plata, y le gustó gastarla. Pero
siempre se aseguró que los que lo rodeaban estuvieran bien.
Su otra pasión fue Huracán. El club de sus amores. Siempre identificado
por entrenarse en el gimnasio que hoy lleva su nombre. Con una estatua en
frente de la Sede Social
que lo recuerda. Con la tribuna popular local del estadio Tomás Adolfo Ducó que
pertenece a Huracán también con su nombre; al igual que la calle del barrio de
Pompeya. Además, como hincha Bonavena se dio el lujo de comprar el pase de
Daniel Willington para que juegue en el club de sus amores por 8 millones de
pesos. También se lo vio con asiduidad en el estadio siempre que Huracán hacía de
local al lado de los jefes de la barra brava de ese entonces. Oscar Trotta,
también Quemero dice que “Huracán es todo para mí, me dejó al igual que Ringo
muchísimas amistades que no podes borrar con nada. Me crié como él en el barrio
de Parque Patricios, no puedo imaginar ser de otro club”.
El 22 de mayo de 1976 fue asesinado por Ross Brymer,
un guardaespaldas del famoso burdel Mustang Ranch. Ya en el final de su
vida, Bonavena empezó a comenzó a involucrarse con el mafioso siciliano Joe
Conforte, dueño del mítico cabaret. Si bien se vinculó sentimentalmente a Ringo
con la esposa de Conforte, Sally. Y hasta se hablo de diferencias de dinero. La
realidad marca que el verdadero miedo de Conforte era lo ambicioso que era
Bonavena, que decía que se quería quedar con todo. “Las últimas veces que fui a
Estados Unidos, me olía algo raro” dice Vicente. “La muerte de Ringo me pegó
como a toda la gente, con tristeza. Imagina que el Luna Park se llenó. Son
cosas que pasan”, dice Oscar Trotta. El cuerpo de Bonavena fue velado 6 días
más tarde en el teatro Luna Park, donde fue despedido por una multitud. Algunos
dicen más de 30 mil, otros dicen 100 mil. En verdad, no está documentado, pero
si se sabe fueron muchísimas personas lo recordaron y recuerdan aun hoy al
mejor boxeador de peso pesado de la historia Argentina. Bonavena fue repartidor
de pizzas, empleado de carnicería y picapedrero. Grabó un tema musical e hizo
cine, teatro y televisión. Bonavena era guapo, pero guapo en serio. Natalio
Bonavena, su hijo. “Ringuito” para los conocidos cierra con una frase tan
triste como real: “Algunas personas tienen que morirse para convertirse en
ídolos, y eso fue lo que pasó”. Terminó su vida, comenzó la leyenda.